Grinch

Todas las canciones chirrían, las luces parpadean con punzaditas de malestar en los ojos. Y ese empeño en sonreír porque sí, porque lo marca el calendario, porque es la fiesta de lo kitsch, la histeria de lo hortera. Comer hasta reventar. Caminar hasta reventar. Comprar hasta reventar.

Me he vuelto grinch.

Porque en cada canción, en cada luz que brilla, en cada regalo, en cada comilona, falta él. Y cada canción, cada luz, cada regalo y cada comilona me gritan a la cara que no está.

Y no puedo mirar a otro lado porque absolutamente todo está teñido (embebido, emponzoñado) con la puta Navidad. Ya vayas a poner la radio, comprar un libro o a apuntarte a un taller de manualidades: la temática es siempre la misma. Cansinidad y hartazgo desde noviembre.

Así es que quiero que se apaguen de una puñetera vez las bombillas y que dejen de arañarme los oídos con los SantaClausIsComingToTown, los OnTheFirstDayofChristmasMyTrueLoveGaveToMe, PeroMiraCómoBeben, ConMiBurritoSabanero, las tetas de la Carey, los dientes luminosos del recién fiambre George Michael y las mil horteradas.

Que ya está bien desde noviembre, joder. Ya está bien.

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